

La relación entre el mar y el firmamento pudiera tener más tiempo que la inmensidad de ambos, donde la distancia que físicamente los separa es equivalente al esplendor, pasión, temor y misticismo que los une.
Los antiguos conspiraron contra los dos al buscarles límites. Aún en nuestros días los modernos siguen sin aceptar que no tienen inicio ni fin, pero sólo los que han podido respirar entre ellos saben que la única brújula en el infinito es el rumbo que dictan las estrellas.
Mi nombre entraña ese enigma, tanto por la asignación de éste a mi ser como por el horizonte que de suyo me obliga a descubrir. (Ver detalle en datos personales)
Todos son bienvenidos a bordo. El destino es la Verdad, la ruta está pendiente por trazar. Sólo queda observar, escribir y zarpar.
¡Eleven anclas!
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