11 dic 2007

NOT KIDDING


Mucho se ha especulado sobre el fin del mundo, el temido año 2000, el anticristo o el Papa negro, pero ya no somos pocos los rechazamos teorías tan inverosímiles y vislumbramos el fin de nuestro planeta tal como lo conocemos, gracias a nuestras manos.

Esta lamentable situación se debe a la peor plaga que ha azotado la Tierra: el ser humano. Sobraría detallar cada una de las perversas, conscientes y por demás lucrativas atrocidades que han ocasionado nuestra inminente extinción. El punto es que las llamadas de alerta son cada vez más fuertes.

El pasado lunes el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, recibió el Premio Nobel de la Paz. Si lo merece o no, es otro tema, pero bien ha hecho en promover una extensa campaña en donde pide cese la guerra contra nuestro mundo y hagamos las paces con él; no sólo los gobiernos y emporios petroleros o industriales, sino cada uno de nosotros con pequeñas pero valiosas acciones.

El día de hoy el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon advirtió durante la reunión en Bali, que de no enfrentar el calentamiento global la raza humana muy pronto desaparecerá, lo cual no estaría nada mal, por cierto. Desgraciadamente los poderosos son los que perecerán al último (único propósito del poder).

Estados Unidos hace diez años rechazó firmar el Protocolo de Kioto, dejando en claro, junto con sus guerras ficticias, el tráfico de armas, drogas y marcianos, que no le interesa velar por las personas. Por lo tanto, debemos ejercer el compromiso de prevenir nuestro fin por el simple hecho de que llegamos al último a este planeta y por si queremos darle algo de dignidad de vida a las futuras generaciones.

Desde nuestra trinchera, tenemos la posibilidad de combatir el cambio climático, las temperaturas desérticas y lluvias torrenciales en invierno, el dióxido de carbono como elemento vital y el uso de respiradores artificiales en vez de pulmones. ¿Cómo? Muy simple:

- Disminuir el consumo de combustibles y energía. No seguir incrementando el emporio de empresas como Pemex y la CFE, que no son de nosotros, al menos yo no he recibido ni un sólo peso de ellas.
- Separar la basura. No tirar pilas. Reciclar.
- Cuidar el agua
- Plantar árboles

Son muchas las posibilidades que están nuestras manos. Es cuestión de creer y de saber que el fin se acerca, pero sobre todo... que no es broma.

3 dic 2007

A LA ESPERA

Una de las características inherentes pero no exclusivas de la condición humana, es la capacidad autónoma, sugerida o impuesta de esperar.

Esperar no es lo mismo que tener fe o esperanza en algo o alguien, aunque suele ser confundido con ello. El acto de esperar implica solamente el esfuerzo de dejar pasar los segundos, días, años o eras a fin de que ocurra algún acontecimiento deseado.

Siempre se ha esperado que el ser humano realmente evolucione. Hoy se espera que el imperio estadounidense caiga por su propio peso, que el petróleo y el agua se agoten o que la contaminación finalmente acabe con el mundo que conocemos. No se desea, sólo se espera.

En el terreno individual, solemos esperar que nuestra vida social y económica mejore, que llegue el verdadero amor, que los hijos crezcan, que la tecnología resuelva los problemas. De manera conciente o inconciente, esperamos todo lo anterior; esperamos que la noche se torne en día, que las la luz sea sólo lo que se mira y que de un momento a otro llegue el suspiro que te expira.

Pero más allá de lo existencial, en la cotidianidad de la vida esperamos cosas tan triviales pero a la vez de suma trascendencia. Esperamos la navidad, esperamos nuestro programa favorito, esperamos que la novia termine de arreglarse antes de la cita, esperamos las vacaciones, esperamos que el semáforo se ponga verde, que empiece a la película. Esperamos una sonrisa, un abrazo, una felicitación, un saludo.

Desconozco hasta qué punto es razonable esperar. Lo cierto es que no es sano, porque de no haber algún resultado positivo, favorable o deseado, el derrumbe emocional puede ser devastador. Esperar es inútil, es dañino. Cuando más esperas algo, generalmente no llega, porque no te has puesto en sintonía para que lo que esperas, suceda.

Esperar no asume la posibilidad de lograr algo en tanto que no haya una acción encaminada a ello. Luego entonces, queda en uno decidir si sólo habremos de dejar correr el reloj o de ejercer la voluntad y conseguir lo que anhelas o te propones.

Será muy difícil, pero hoy he decidido moverme y tratar de no sufrir el estrago de las decepciones y jamás jamás... volver a estar a la espera.