
Según cuenta la historia y el calendario gregoriano, hace 2007 años, el 25 de diciembre, nació Jesúscristo, quien llegara al mundo en un sencillo pesebre de Belén. Este es el verdadero sentido de la Navidad: festejar su natividad, su cumpleaños.
Desafortunadamente en nuestros días se perpetua el modelo consumista de dar regalos y celebrar por celebrar, olvidándose en todo momento de la razón de ser de las fiestas o peor aún, dando cabida en el hogar a "Santa Claus" o sus otros mil nombres, cuya historia se remonta al siglo IV, cuando San Nicolán de Bari, hecho obispo en Mira, Turquía se hizo popular por su caridad y justicia. Los niños lo veneran desde que en vida ayudaba a los más necesitados y obsequiaba regalos y dulces, para que en 1823 el poeta holandés Clement Clarke en 1823 creara el mito actual del personaje, con todo y el reno y los duendes; pero su imagen actual se la debemos a Coca Cola Company, que en 1931 le encargó al pintor Habdon Sundblom que remodelara al ícono navideño para hacerlo más humano, atractivo, creíble y de preferencia rojo. No es mala la creencia, pero lo que no es permisible es que invada toda esta temporada con su imagen mercadológicamente exacerbada, sustituyendo la que no sabemos si es verídica, pero si en sumo valiosa historia de Amor.
Asimismo, el hecho de dar obsequios deriva de la presencia de los famosos Reyes Magos de Oriente, quienes siguieron una estrella que habría de llevarlos al lugar de Jesús. Una vez ahí, le entregaron oro, incienso y mirra (Gomorresina en forma de lágrimas, amarga, aromática, roja, semitransparente, frágil y brillante en su estructura. Proviene de un árbol de la familia de las Burseráceas, que crece en Arabia y Abisinia, es decir, quién sabe qué era).
De una u otra forma, la tradición de dar regalos a los niños días después de la Navidad, ha substistido. Podríamos verla fríamente como un engaño perpetuo o verla desde otro ángulo, como una de las costumbres más hermosas que existe.
De manera particular, la noticia de que Melchor, Gaspar y Baltazar no existían y tampoco el caballo, el camello y hasta el elefante, fue fatal. Sin embargo, hoy puedo recordar que entre algunas de las cosas que mi familia me dijo, fue que: tal vez los tres personajes no existen, pero los Reyes Magos sí. Viven a través de la ilusión de un niño de recibir un regalo y del adulto de darlo. Para ambas partes, es una noche de emoción, de tensión, de suspenso, de alegría. Es una noche mágica.

Luego de algunos ayeres pude cambiar el papel, y aunque es triste no acostarse la noche del 5 de enero con la prisa más grande por que amanezca e ir corriendo a los zapatos, hoy no cambio el haber podido llevar un poco de alegría a aquellos pequeños que aún conservan la ilusión de que un año de estos, los reyes sí pasen por su casa y no se extravíen entre tantos hospitales, barrotes o techos iguales de cartón.
Hoy lo confirmo, los Reyes Magos, ¡sí existen!.